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De todos los mamíferos, los bebés humanos son los que nacen con un sistema nervioso más inmaduro y necesitan que sus padres se ocupen de ellos durante un período de tiempo mucho más largo. El contacto madre-hijo durante el primer año de vida del bebé es fundamental para su desarrollo físico, psicológico y neurológico. Durante este tiempo y, sobre todo, durante las primeras horas después del parto, el olor, el tacto, la suavidad, las caricias de una madre son tan importantes como el alimento. Por otro lado, la falta de una vinculación afectiva durante la primera etapa de vida de un niño supone un grave trauma para el desarrollo de su sistema nervioso, pudiendo provocar futuros problemas de aprendizaje que se pueden confundir con un trastorno de la atención con o sin hiperactividad. Muchos padres adoptivos nos preguntamos por qué les cuesta tanto aprender a nuestros hijos. Puede ocurrir que los síntomas de inatención obedezcan no a un trastorno neuroconductual, sino a una evolución madurativa más lenta que el ritmo de aprendizaje impuesto en los planes de estudio actuales. Unos planes de estudio rígidos, infla