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El lector de Navidad y Matanza debe desentrañar cuál de estas historias no es una alegoría: un adolescente y su chófer se dedican a recorrer playas en un Cadillac, engañando a los bañistas y robándoles sus toallas; siete científicos se encierran en un recóndito laboratorio norteamericano hasta dar con la fórmula de una droga llamada «el éxtasis del odio»; un periodista melancólico investiga la desaparición de los jóvenes hermanos Bruno y Alicia Vivar durante una exclusiva celebración internacional que se lleva a cabo en el litoral de Chile. Como en una novela de Chesterton, los personajes de Navidad y Matanza cambian a cada página de identidad para forzar los límites de su propio relato y alcanzar al propio autor de esta novela ûel joven escritor chileno Carlos Labbéû, como un tablero de juegos cuyas fichas avanzan hacia un final impensable. Un final que también puede ser leído como otra alegoría más: sobre la dictadura de Pinochet y sus desapariciones.