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Rebeca observó las nuevas luces de su jardín; lejos y atrás quedaban el divorcio y su insólita mudanza. Ahora sabía, algo que antes había sospechado, que en adelante debería comprender su condición de mujer sin una nítida regla que la defina. Ahora afloraba una nueva vida donde recuperar y renovar el asombro: organizar un camino sin las ataduras de las tareas de madre y esposa. Debería desempolvar antiguos proyectos e intentar otros nuevos, a cierta distancia de la convención o el minucioso cálculo de lo políticamente correcto. Sin duda, la familia es una institución delicada y donde no siempre se respeta la jerarquía ni sus socios responden a un patrón esperado. Como irá viendo al materializarse los planes de sus hijos.