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¿Podría una roca cantar? Los ingenieros de minas comprobarían en algún momento de sus labores cómo los mineros acostumbraban, desde hace siglos, a decir cantares llevados por su experiencia límite como trabajadores de la profundidad. En íntima conexión con la piedra y los cantes de tarantas está el fondo, el canto subterráneo, el canto del cantero. El cante del fondo es pura piedra, riesgo, soledad, hondura. Cante y piedra llevan la soledad por compañía en una especie de tanteo trágico en lo oscuro, a la espera de quien les haga hablar con temblorosa música, manifestarse en convivencia. La «taranta» o cante de minero es justamente ese cantar de fondo, cante de la mina, voz de la roca de las profundidades, entonado por una garganta que está en riesgo en los oscuros límites de la profundidad, pero que aporta lo que ese ser humano que la entona precisa para sobrevivir: superación del miedo, valor para dar un nuevo paso en lo oscuro, rescatar esperanzas milenarias compartidas con los oyentes y entregar la fatiga en el abrazo con la piedra.