Una noche, en la plaza Nueva, entre esa paz de silencios y de ordenarmado, se produce un atraco. Estamos delante del Ayuntamiento deSevilla, allÝ donde siglos atrßs se levantara el Monasterio de SanFrancisco. Se oyen, tal vez, algunos pasos de un transe·nte que llegaretrasado a su casa, las mangueras de los barrenderos, incluso, si seaguza el oÝdo, la charla distendida de algunos trabajadores del hotelInglaterra, que en la puerta dan por concluida la jornada. Justo allado, en el hotel Cecil-Oriente de Sevilla: un grito, carreras. DospolicÝas de servicio lo oyen y acuden. Hay un breve encontronazo en el vestÝbulo entre los guardias y los atracadores. Uno de ellos caemortalmente herido. Pero no serß el ·nico crimen. El lector lo sabrß a medida que transcurra el relato, dißlogos jalonados a veces por uncoro que, en el sentido estricto de la tragedia, profundiza en elhueso de la historia.