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En 1929, Albert Londres emprende un viaje para descubrir a los judíos. De Londres a Praga, pasando por los miserables guetos de Varsovia y Transilvania, sus pesquisas termina en Tel Aviv, donde ya está en marcha el sueño sionista de crear el Estado de Israel. La crónica que recoge este fascinante periplo analiza de forma profética una cuestión clave en la historia europea contemporánea: ante el antisemitismo imperante, se impone considerar como una posibilidad real la refundación de Israel. Londres es absolutamente consciente -mucho antes de que los nazis tomen el poder- del peligro que se cierne sobre las comunidades judías en Europa oriental: El día en que los soviets pierdan terreno, las Cruces Rojas podrán preparar sus ambulancias. La revuelta aria usará los colmillos. No obstante, tampoco ignora la semilla de conflicto que entraña la emigración judía a la Palestina británica. En este sentido, su conclusión resulta asombrosamente lúcida: « No en Oriente no tiene el mismo valor que en Occidente. En ciertos países, después de un no todavía se puede continuar la conversación. Pero aún así, hace falta que se